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Carlos Galdós: HONESTIDAD BRUTAL Carlos Galdós: HONESTIDAD BRUTAL
El personaje que fue periodista y hoy es un showman que no se parece a nadie

Es un amante de la conversación. Lo que habla es frontal, claro, sin medias tintas. Carlos lamenta que ya no exista la tradición de la conversa, que la gente se volviera tan individualista, que perdiera esa calidez y esa ternura discursiva que es el hablar con otra persona de lo que piensan, lo que sienten. "Ya no existe ese ritual. Eso es gravísimo y es una de las razones por la cual hay tanta "huevonada" en todos lados. Nadie puede llegar a una conclusión, nadie va más allá", dice.

Carlos se da cuenta de esta carencia humana desde que llega a Estudio 92 a las seis de la mañana para conducir Caídos del catre, el espacio que utiliza para decir lo que mejor le apetece. Luego, enrumba hacia su casa a seguir siendo libre. Tiene un pequeño estudio donde toca el saxo y la guitarra eléctrica. Los dueños del edificio le han dado permiso de hacer la bulla que quiera. Le dijeron: "si no es de noche, nosotros encantados". "Siento que tienen una onda de la puta madre conmigo", afirma.

Ya no le gusta ir a reuniones sociales porque considera que es una pérdida de tiempo. "Me he vuelto bien neurótico. No por un tema de que salgo en la tele y me van a reconocer. Es porque me siento muy bien estando con mi esposa, con dos o tres amigos en una casa conversando y ahí muere el payaso", cuenta. Además, Carlos ha desarrollado una neurosis con la bulla, con la estridencia. Tiene una teoría: desde hace cinco años trabajo de seis a nueve de la mañana poniendo música, escuchándola a todo volumen mientras que la mayoría de personas tiene que amarrarse los pies en la oficina. El fin de semana salen a bailar como unas fieras desaforadas para sentirse libres. Yo soy libre todo el tiempo. No necesito ir a estos espacios reventados de gente. Nunca me ha gustado. Nunca he hecho cola a una discoteca. Hay una regla que nunca falla: a donde va todo el mundo, debe ser una mierda. Eso para mí está clarísimo. Cuando algo le gusta a todo el mundo es que debe de ser una mierda". Carlos se siente muy conforme con que su show no sea del gusto de las masas.

Desde hace tres años Carlos hace un espectáculo bajo la misma premisa que su rutina diaria. No existen las restricciones, ni los filtros. Solamente dice lo que piensa. El primero se llamó Soy del Perú Señores . El segundo Nadie nos comprende . Y el del 2005, fue el exitoso El amor en los tiempos de Galdós .

"Los dos primeros eran temas sociopolíticos. Este año pensé en quebrar eso con el tema del amor. Pero el próximo, como es un año político, voy a entrar con ese tema. Ya estoy preparando el concepto". Lo que más le importa a Carlos es generar emociones extremas en su público. "Quiero que la gente me quiera o me odie, pero que de ninguna manera me sean indiferentes".

Este año se acabaron las entradas con un mes de anticipación. La "honestidad brutal" –como diría Andrés Calamaro– de Galdós ofrece resultados contundentes: en uno de sus shows leyó la lista de los congresistas que habían aprobado la ley que igualaba la pena carcelería con el arresto domiciliario. Le preguntó al público: "¿qué son esta gente? Yo les voy a decir la verdad a pesar de que están las cámaras de televisión y me voy a ganar muchos enemigos. ¡Son unos hijos de puta!". De pronto, 200 personas gritaron, ¡sí! ¡son unos conchadesumadres!". Fue una catarsis colectiva. Definitivamente, la gente agradece esas ráfagas de sinceridad, tan humanas.

RUBÉN BARCELLI